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What’s your mountain? La mía se llama ansiedad

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Es uno de mis más antiguos demonios y la saco a pasear constantemente a la montaña para domarla de a poco.

Colo

Vive conmigo desde que tengo memoria. La verdad es que no sé quién estaba primero, ella o yo. No sabía como llamarla hasta hace poco tampoco, a decir verdad. Y no fue hasta que no supe que era, que aprendí a convivir con ella, antes solo la aborrecía. Es mi demonio más antiguo, el que más me ha aterrorizado a lo largo de los años. Me ha impedido hacer muchas cosas, pero ahora que la entiendo, la saco a pasear constantemente y en cada cumbre, cada paseo, cada expedición, la domo un poquito más. 

Trastorno de ansiedad integrado a la personalidad, así la conoce mi terapeuta. Yo solamente la llamo ansiedad. Aparece cuando menos me lo espero, y casi siempre la recibo con un “ahhh, the fuckening!”, por que todo iba “bien” hasta que llegó a joderme la cabeza, hacerme dudar, angustiarme sin saber que va a pasar. Tengo que admitir que con ella no todo es malo. Está tan integrada a mi personalidad, que me ha convertido en una mujer multifacética, maniática de planificar, organizada y sobre todo, muy minuciosa. Y aunque es parte de mi, todavía le tengo miedo. 

Cotopaxi, Cayambe, Rumiñahui, Carihuairazo, Ilinizas y demás. Ha estado presente en todos. En unos más que en otros; a veces como espectadora, a veces como actriz principal. Es una diva, le gusta ganarse todo el protagonismo. Por eso, cuando la saco a pasear, la montaña me ayuda a domarla de a poco cada vez. 

Ayer, intentando la ruta a la cumbre norte del Rumiñahui, el terreno estaba hostil como nunca. Si de por si esa ruta ya es más técnica que la ruta central, el clima húmedo de los días anteriores la habían puesto peor. Iba perfecta hasta que llegamos a la última sección del arenal antes de la roca, que es mi favorita. El suelo estaba muy mojado, el grip casi inexistente. Las rocas del arenal estaban flojas y en cada paso, se desprendían a toda velocidad y sin freno hasta llegar a quien sabe donde. Y fue ahí que llegó para decirme “mira, preciosa, como pisas y te resbalas al vacío sin que nadie pueda detenerte”,  mientras mis pies se resbalaban hacía abajo por un paso en falso y mi hermano, mi amigo, me sostenía mientras yo intentaba no desmoronarme. 

Me contuve, di un par de pasos más hasta que logré agarrarme de una roca grande y firmé y me desmoroné. Me faltaba el aire. No podía moverme. No podía hablar. Escuchaba que me intentaban ayudar, hablar, entender que me pasaba, pero yo no estaba ahí. Yo estaba en mi cabeza luchando con ella, que daba los golpes más fuertes intentando paralizarme; y yo, con lágrimas desbordando por mis cachetes, mandándola a callar, mientras intentaba recobrar el aire. Anclé mis pies, logré sentarme. Pude inhalar profundamente, luego exhalar. Lo había logrado, enfocando toda mi energía en no dejar que salga así toda campante a arruinarme mi día montaña. Ella no estaba invitada. 

Todos entendían lo que estaba pasando. También entendían que no había nada que puedan hacer por mí, por nosotras. Las cosas son entre ella y yo. Solo el tiempo deja que cada visita se resuelva dejando un sinfín de pensamientos listos para perseguirme hasta que me olvidé de su visita (- o no, por que a veces gana ella y yo me desmorono, me paralizo, no puedo respirar y ella sale toda campante a cantar victoria por haberlo arruinado todo.)

Sin pensarlo mucho y sin darle el chance a intentar sabotear todo de nuevo, llegamos a cumbre. Las lágrimas se habían secado, mi respiración se había regulado. Esta vez, la batalla la había ganado yo por sobre mi ansiedad. Pero sus visitas nunca son en vano. Siempre tengo dos opciones: o gano la batalla y aprendo algo o la pierdo y me preparo para la siguiente. Cada vez más fuerte. Cada vez más viva. 

Con un rezago de sollozo, lágrimas secas en los cachetes y gratitud enorme con mis compañeros de montaña, bajamos sanos y salvos después de haber cumplido nuestra meta del día. Deshacerme del pensamiento de casi haberme resbalado al abismo (aunque probablemente no iba a suceder) no ha sido fácil, pero me sigue enseñando a confiar en mí en cada paso que doy. Si dudo, gana ella, me consume ella. 

Ahora, años después de enteder quien es pero sin llegar a entender por qué me visita, entiendo que es parte de mi. Nos tenemos un cierto cariño. Me sabotea todo, pero también me ha enseñado a reir de mi misma, me ha obligado a conocerme y trabajar en mi, en nosotras. Me ha enseñado que las luchas no son en vano y que siempre te llevan a conquistar montañas, aunque la cumbre no siempre sea el fin de cada expedición. 

Estar ahí, estar presente y sobre todo, hablarlo. Lo que guardamos luego no nos deja avanzar y por eso es tan importante normalizar nuestra salud mental. Mientras más livianos somos y más nos apoyamos entre nosotros, más lejos vamos a llegar. Hablo de montañas y de la vida misma. Si no nos podemos contener los unos a los otros como una comunidad de apoyo, entonces, qué estamos haciendo? 

Nos han enseñado a satanizar la salud mental, en vez de abrazarla y entenderla; en vez de enseñarnos a hacernos amigos de nuestros demonios y sacarlos a pasear para domarlos de a poco. Que diferente sería el mundo si todos tuviésemos una crianza emocionalmente responsable, en donde no sea un estigma llorar o mostrarse vulnerable o fallar. En donde se celebre la resiliencia sobre la perfección, la empatía sobre el éxito individual, en donde de verdad se fomente el principio del ser humano: ser un ser gregario.  No podemos pretender ser una comunidad saludable si no tenemos salud mental, y no podemos tenerla si no la normalizamos y hablamos sobre ella. 

Así que aquí está: esta es mi ansiedad, mi mayor demonio, que me visita con más frecuencia de la que quisiera, la saco a pasear y de a poco la voy domando. 

Hablemoslo, presentemos a nuestros demonios como lo que son, parte de cada uno. Aceptémoslos y trabajemos por conocerlos y entenderlos, así juntos nos contenemos y evitamos que el tabú de la locura nos consuma uno por uno. 

Con amor, 

Colorada

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ESCRITO POR:

Colo | SARAH ALEGRIA
Sarah - Colorada o Colo - periodista y abogada, apasionada por la comida, las montañas, los perros y la buena vida. Enamorada de la existencia humana, de explorar la naturaleza y a si misma. Considera que todo en la vida es una aventura, solo depende del ángulo y el humor con el que se lo mire. Ha conquistado cuántas metas se ha puesto adelante, incluyendo altas montañas, trekkins, superdhownills, enduros y demás, amigándose a la par de sus demonios internos.
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